sábado, 30 de agosto de 2008

Un renegado en La Rural



Por Bicho de Campo (07/08/2008)
“Ché, menos mal que ya se termina…”, me dice Raúl Parera, un amigo pampeano que me encontré en la Rural. La frase bien podría haber salido de boca de cualquier promotora o expositor que se haya comido, en un stand, las casi dos semanas que duró la muestra. Dicen que estando todos los días ahí adentro perdés la noción del tiempo y hasta parece que a uno le metieran una especie de sub-vida de doce días encerrada en esta vida que uno tiene. Pero jamás pensé en escuchársela al Gordo Raúl, la frase. En sus 47 años pisó la Rural dos veces.
La primera en el 70, cuando lo llevó su abuelo Don Federico Parera Quintana, viejo socio de la SRA y dos veces integrante de la Comisión Directiva. Su padre fue carbápido (son los de Carbap) y Raúl es hoy un federado (son los de Federación Agraria). El hombre, que debería tener en un rincón de su genética resabios de aristócrata hidalgo casi oligarca, terminó encabezando uno de los piquetes más intransigentes de La Pampa y jamás usó el doble apellido: es Parera sólo, a secas, y corto como la homónima calle porteña. El proceso de corrimiento de entidad –SRA> CRA> FAA- a través de las tres generaciones, quizás se lo deban a la gran fecundidad de la familia y a Dalmasio Vélez Sársfield: Don Federico Parera Quintana tuvo once hijos y José Parera –padre de Raúl, conocido como Pepe Quintana, ya que usa el otro apellido desde que se peleó con Don Federico– tuvo nueve. La ley de herencias hizo el resto. Raúl ya lleva cinco hijas. “No sólo ni el apellido les va a quedar a mis nietos, ni media hectárea tampoco les va a quedar”, dice en broma. (Ojo, el Gordo Raúl es bien coherente, no como otros triples apellidos que no les queda ni una maseta pero siguen pensando como el más hacendado, por no decir gorila oligarca, je) El Gordo andaba renegado, como siempre, pero esta vuelta en la Rural. Esa es la noticia. Como buen federado -y fanático que es– le esquivó siempre el bulto a pasearse por ahí. “Mirá ahí arriba, Bicho, vos podés creer? –me dijo señalando hacia lo alto del techo de una de las tribunas de la pista palermitana- El zeppeling ese con el escudo de la Federación! Tomá, sacame una foto que yo a estas digitales no las sé manejar; que salga bien la pista, las tribunas, ja! la cuna de la oligarquía. Ja, ja, las cosas que hay que hacer por la Mesa de Enlace… ja, ja!”. El paseo no tuvo desperdicio. De entrada arrancó encabronándose con las vacaciones de invierno, (por la cantidad de “gurises rompiendo la p…aciencia”), maldijo los precios (“6 mangos con cincuenta un choripán piojoso”), y casi se pelea con una vendedora de chacinados que le insistía para que deguste. Y accedió: le convidaron un pedacito de dos milímetros cúbicos de salame ensartado en la punta de esos palos largos, después tocó un queso y se le vino la pila abajo, y al final como no le convidaban de nuevo les dijo que eran “de pura vaca, un asco”. Para dar más crédito a sus argumentaciones, el Gordo Parera echa mano de comentarios de otros: “Recién escuché a un gringo que decía que esto está siempre igual, que ni los barajan un poquito a los puestos. Están siempre en el mismo lugar, y son los mismos. Yo no sé para qué viene la gente acá”. Yo le dije: Uuu, mirá que sos difícil, eh… Algunas de sus frases envenenadas también tienen fuertes motivos de Edipo. “Y estos pendejos haciéndose los camperos, usan alpargatas y boina quince días al año. ¿Por qué no se ponen un cartel que diga ‘soy un estudiante del interior’, y listo? Pavote!”, dice cuando nos cruzamos con algún jovencito que le relojea alguna de sus adolescentes hijas (que dicho sea de paso, están más buenas que las mollejas de corazón). El Gordo Parera reniega hasta del “olor a meada concentrada” del pabellón amarillo, como si nunca hubiera estado entre la hacienda, él, que es criador ganadero. Y se lo digo, pero contesta que “no es lo mismo el campo que quinientas vacas en un galpón quince días, caramba!” Las hijas se le ríen: “Che, papá, por lo menos te olvidaste de Alfredo por un rato”, tira una buscando con complicidad a las otras hermanas. “A ese ni me lo nombres. A los besos con los cajetillas en el restorán central”, fustiga. “Parece el Che Guevara de los oligarcas, el Perón de los ricos. Dejáte de joder.”




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